La ayuda
poderosa contra el enemigo – Judit 13,11-20
Los rostros de María en la Escritura
El libro de Judit nos presenta una narración ejemplar, una especie de
parábola, que tiene el objetivo de alimentar la fe y la valentía de los
israelitas, oprimidos por la dominación helenística. La narración se desarrolla
en tres cuadros: en el primer acto, muy vasto, se introducen los personajes
principales (cap. 1-7). En el acto central el drama es dominado por la figura
alrededor de Judit (cap. 8-13). Poderosa es la escena del festín de Holofernes
y la audacia de la viuda que corta la cabeza al general con un golpe de sable.
En el tercero y último cuadro (cap. 14-16) se tiene la celebración de la
heroína.
La tesis central de la narración es la misma que María cantará en su
Magníficat: Dios tiene el poder de cambiar el destino de quien se ha confiado
en Él, exaltando a los débiles y humillando a los poderosos. La confianza en
Dios, la observancia de la Ley, la fidelidad a la alianza son el escudo de
Israel. El Señor interviene al lado de su pueblo dirigiendo personalmente su
lucha por la libertad y llevando a los justos a la victoria final contra las
poderosas políticas y sus ídolos inertes. El libro revela también reflejos apocalípticos. La historia está bajo el
juicio de Dios y está netamente separada en dos campos antitéticos: bien y mal,
Israel y los enemigos, Dios y poderes terrenos; tiempo presente y eternidad
futura. El choque no puede más que tener un éxito: el triunfo del bien. Las
intervenciones divinas son, por tanto, decisivas; la oración es el remedio a
todas las situaciones trágicas, como imploración para que aparezcan las
soluciones del Señor.
Mirando a Judit vemos qué puede hacer una mujer que se confía totalmente
en Dios. Por esto, en su historia, la Iglesia ha visto la prefiguración de
María, que vence la violencia, el mal, el anticristo, con su humildad, en el
nombre de su Señor. La gloria de Judit, como aquella de María, nace de su
capacidad de hacerse colaboradora de la obra de salvación divina. La lectura
integral del libro está vivamente recomendada. Para la meditación sugerimos
algunos versículos de la parte final.
Me
pongo en la presencia de Dios. Imagino encontrarme dentro de la escena, en medio
del pueblo en espera del regreso de Judit y pido al Padre la gracia de
contemplar y de imitar su valentía en la lucha contra el mal.
1. Invoco la ayuda del Espíritu
Santo repitiendo lentamente esta (u otra) oración:
“Espíritu Santo, revísteme de tu luz de verdad y
lléname de tu poder de amor. Ven a mí y ayúdame a reconocer la profundidad, la
anchura y la belleza de mi vocación de Hija de María Auxiliadora, auxilio
potente de Don Bosco en su lucha contra el mal. Como has hecho con María, hazme
digna de la misión que el Padre ha pensado para mí y úneme estrechamente a
Jesús: a su valentía, a su humildad, a su entrega sin límites por la salvación
de la humanidad. Amén”.
2.
Leo lentamente el texto del libro de Judit 13,11-20. Mi detengo en
tres puntos:
-la victoria inesperada de Judit (vers. 11-14): gracias a la fe y a
la valentía de Judit, Dios ha podido intervenir y salvar al pueblo, en una
situación que parecía desesperada. Quizás también cerca de mí existen personas
o situaciones desesperadas, trato de mirarlas con la mirada de Judit.
-la cabeza de Holofernes y la mano de Judit (vers. 15-16): Holofernes
es la encarnación de la serpiente antigua, de la cual Dios había prometido que
sería derrotada por una mujer y por su descendencia (Gén 3,15). Judit es
consciente de sus dotes naturales, la belleza y la astucia, y las pone sin
temor a disposición de Dios, para el bien del pueblo. ¡Y Dios actúa por medio de su mano! ¿Conozco
mis dotes naturales? ¿Los
estoy poniendo con valentía al servicio de Dios, en favor de su pueblo?
-la exaltación de Judit (vers. 17-20): Judit, como María, es una
mujer humilde porque está liberada de sí misma y toda entregada a Dios y al
pueblo. Por esto Dios la bendice y el pueblo la exalta. ¿He madurado en mí la
libertad interior, la capacidad de alabar a Dios por aquello que cumple en mí y
en quien está cerca de mí?
5.
Concluyo la oración con un coloquio de corazón a corazón con María: le expreso
mis sentimientos, mis miedos, mis dudas y fatigas frente a los males que
amenazan a las personas que el Señor me confía en este momento de mi vida.
6. Padre Nuestro.
Después
de haber concluido la oración, me detengo a reflexionar un poco: ¿Qué me ha
sugerido el Espíritu en la oración? ¿Me
ha animado y confirmado? ¿Me ha invitado a dar un paso de conversión? ¿Cómo pienso corresponder al don recibido en la oración?
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