Reflejo de la bondad
materna de María (art. 7, 14, 17,44)
La capacidad más bella del
ser humano, que lo distingue como tal, además de la inteligencia, es el talento
del amor. El hombre vive porque es amado por Dios, creado por Él a su imagen y
semejanza; creado por amor y creado para amar. La plena realización del ser
humano es el amor recibido y donado.
Por el voto de castidad la
FMA ofrece a Dios aquello que Él mismo le ha regalado: “todas las fuerzas de
amor”. El don de la castidad por el Reino de los Cielos potencia la propia
capacidad de amar, por esto, la FMA sabe que siempre existe un lugar para un
más en el amor, es posible siempre amar más, a más personas. Sabe que el amor
crece cuando se dona, cuando se comparte: cuánto más se da amor, más abundará.
El Amor de la FMA es exclusivo para Jesús e incluyente para todos los hermanos
y hermanas, de modo especial para los jóvenes. Amor que se expresa en la
“amorevolezza” salesiana, convirtiéndose, de este modo, en transparencia del
amor preventivo de Dios y reflejo de la bondad materna de María (cf. Const.
Art. 1 y 14). Amar con un estilo bueno, haciéndonos buenas como el pan, siendo
buenas como el Padre es bueno.
Hoy, desafortunadamente, en
la sociedad, la bondad parece estar anulada, como si se tuviera vergüenza al
ser consideradas personas buenas. Muchas veces sucede que se confunde la bondad
con la falta de valentía al exigir los propios derechos, o que se juzgue buena
una persona ingenua incapaz de darse cuenta que el otro se aprovecha de su
bondad o se comporta con actitud prepotente y oportunista. Se corre así el
riesgo de vaciar de significado la fuerza y la belleza de la bondad. Está más
de moda ser fuerte, también solidario con el débil, pero no bueno. La paradoja
es precisamente que hoy más que nunca el mundo tiene necesidad de bondad y de
ternura. Tantas veces el Papa Francisco ha dicho “no tener miedo a la ternura”.
Para construir fraternidad y una cultura de paz hay necesidad de ser educados
en la bondad y a la bondad. “No con golpes”, dice María a Juanito Bosco en el
sueño de los 9 años, “sino con la bondad deberás ganarte a estos amigos tuyos”.
La bondad es la clave dada por María para el éxito en la educación de los muchachos,
así también Don Bosco insiste con sus salesianos. Una bondad, por tanto, que no se impone al otro sino que se propone con la fuerza
atractiva de su belleza. Bondad significa querer el verdadero bien del otro, de
quien se encuentra en la vida de cada día.
Una bondad que es
inteligentemente activa, porque actúa con respeto, discreción y oportunidad.
Hacer el bien respetando la libertad del otro sin instrumentalizarlo, sino
dejando espacio a las propias decisiones y elecciones. La bondad está siempre
unida a la gratuidad del don. Una bondad libre, porque no se espera que el otro
reembolse de alguna manera. Una bondad que mira solo bien del otro aun cuando
el otro no presenta ninguna necesidad particular. Esto quiere decir ser bueno
en sí mismo, no dependiendo de la necesidad del otro, no es la pobreza del otro
que hace disparar la bondad, porque la bondad exige libertad e intuición. Se es
bueno sea hacia aquel que ha tenido acierto reconociendo delante de los demás
el éxito y sus cualidades, hablando y pensando bien en toda circunstancia sin
pero y sin si. Sea aquel otro que tiene una necesidad particular que lo hace
débil y vulnerable. Entonces se es bueno con discreción y sin hacer sentir al
otro su carencia. Se trata, por tanto, de una bondad inteligente, libre y
humilde.
A este respecto es la vida
de M. Mazzarello que se hace testimonio de bondad, su materna bondad es
reconocida por todas, educandas y hermanas que se sienten estimuladas a “hacer
con libertad aquello que pide la caridad”, llegando a construir “la casa del
amor de Dios”. Un ambiente donde cada una se encuentra a gusto porque es
respetada en su naturaleza pero, a la vez, motivada a crecer siempre más en la
caridad, viviendo en la presencia de María. María, siempre la Madre, en todas
sus palabras como la presenta el Evangelio y en sus manifestaciones de fe de
toda la Iglesia en cada circunstancia. Somos hijas de María Auxiliadora, la
identidad de Auxiliadora quiere decir “llevada a” acoger las necesidades del
otro y “auxiliar” educando, para que el otro también se “contagie” de esta
bondad. Las FMA tienen como don carismático la bondad. Una característica
urgente para el mundo de hoy tan herido y atravesado por profundas divisiones y
violencia, donde son muchas las crisis, en las familias, en las comunidades y
también en la Iglesia. La Bondad sana y cura las heridas de nuestro tiempo y
puede llevar una contribución significativa para la construcción de una
sociedad que busca el Bien común y la paz.
Sugerencias
En un momento de silencio:
Tomar consciencia de las
manifestaciones de la bondad de Dios, de la bondad de María, a lo largo de la
jornada.
Tomar consciencia de la bondad de
las personas con las cuales hoy me encontraré, evitar caer en la trampa que
todo me es debido, por la cual no se logra estar conscientes de la bondad de
quien tienes cerca.
Quien se sabe envuelto en la bondad
de las personas con las cuales vive se siente estimulado a ser bueno a su vez:
la invitación continua es hacer de nuestras comunidades “la Casa del amor de
Dios”.
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