La comunidad
que canta el Magníficat (62)
“Canto las maravillas de mi Señor”
En la primera comunidad de
Mornés se pueden escuchar las dulces notas musicales del Magníficat, que se
manifestaba en una vida cotidiana plena de alegría y caridad hacia todas las
personas que habitaban y visitaban la casa.
La primera nota es la
humildad gozosa de María, una mujer que se reconoce sierva, que ofrece todo a
su Señor que nos ayuda a comprender mejor el misterio de Jesús que, de rico se
hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
La segunda nota es aquella
de la gratitud hacia Dios: María no termina nunca de agradecer a Dios por todo
lo que está llevando a cabo en su vida y que la hace capaz de ver, también en
los demás, las maravillas que Él cumple en ellos.
María se siente plenamente
amada en aquello que es, en su fragilidad, en su pequeñez y por esto logra
amar, salir y ponerse de viaje hacia quien la necesita… María ha creído en el
amor y se ha hecho portadora del amor. Ha experimentado el amor como
misericordia, que la ha hecho capaz de descubrir las delicadezas del amor, que
son las notas que construyen silenciosamente la vida fraterna.
En el canto del Magníficat,
María reconoce que las futuras generaciones la llamarán bienaventurada, porque
ha asumido en primera persona la voluntad del Padre que la libera de todo
perjuicio, de los condicionamientos… actitud que la hace crecer como mujer,
madre y esposa.
En la comunidad de Mornés:
“Casa del amor de Dios”, el Magníficat era una actitud de la vida cotidiana.
Las primeras hermanas junto a Madre Mazzarello vivían en un continuo proceso de
conversión, personal y comunitario. La Madre en sus cartas insistía en la
humildad, en el no hacer las paces con los defectos y no mirar las apariencias…
constantemente invitaba a las hermanas a estar alegres, a practicar la caridad
con libertad, a no permanecer indiferentes frente a las necesidades de los
demás. Madre Mazzarello, gracias a su profunda humildad, llega a un nivel alto
de libertad interior que la lleva a crear un ambiente sencillo, fraterno y
gozoso.
Hoy nos toca a nosotras
cantar nuestro Magníficat con y como María, ser un himno de gratitud al Señor
por todas las maravillas que ha realizado en nosotras y en toda la Familia
Salesiana. Un himno humilde y gozoso a Dios, un gracias dicho, no solo con los
labios, sino con la vida, para ser en nuestras comunidades constructoras de
fraternidad, de paz, de solidaridad, de un amor creativo frente a las
necesidades de los demás.
NOS
PREGUNTAMOS:
¿Siento la necesidad de
reconocer mis debilidades y fragilidades para que sean transformadas por el
Señor?
Como María ¿Reconozco las
maravillas que Dios hace en mí y en mi comunidad?
Escribo mi Magníficat
comunitario.
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