3. La
Reina que intercede ante el Rey – Ester (Ester 4,9-5,5)
Los rostros de María en la
Escritura
El libro
de Ester fue escrito en la época impetuosa y violenta en la cual los Macabeos,
hebreos buenos y observantes, arriesgaban la vida teniendo que luchar contra
los dominadores helenistas que querían imponer al pueblo de Israel los cultos
paganos.
El autor quiere recordar a sus lectores que la providencia de Dios no
abandona a su pueblo. Él salva, sin embargo, no a través de un guerrero o un
hombre político, sino, gracias a la joven Ester: una pobre huérfana que, hecha
esposa del rey de Persia, se convierte en reina. Cuando Amán, un ministro del
reino, proyecta exterminar a todos los hebreos del pueblo, Ester arriesga su
vida para obtener la salvación de su pueblo. Después de haberse humillado en la
penitencia y en la oración, junto con sus siervas y todos los judíos que se
encontraban en la ciudad, con la ayuda de Dios logra obtener del rey la gracia
deseada. En su larga oración, sin embargo, la reina no esconde su fragilidad:
se muestra al mismo tiempo desesperada y confiada, asediada por el ansia y
llena de esperanza, asaltada por el temor y sostenida por la certeza de la
presencia divina. El final feliz de la parábola de Ester es profecía de
esperanza, modelo de fe en Dios y de amor a los hermanos y a las hermanas.
En la
historia de Ester, pobre, huérfana y extranjera, enaltecida al rango de reina,
la tradición de la Iglesia ha visto la prefiguración de María, humilde joven de
Nazaret, que se convierte en esposa y colaboradora de Dios en favor de la
humanidad. Como Ester, también María es enaltecida con el rango de reina, por
el hecho de haber dado a la luz al Mesías, rey de Israel. En la antigüedad, en
efecto, a la madre del soberano se le reservaba un gran honor: ella era la más
cercana al rey, el cual le consultaba y se apoyaba en ella, sobre todo en las
grandes decisiones. Desde el momento de su asunción al cielo, María se sienta a
la diestra del Rey, coronada Reina de los Ángeles y de los Santos. En la gran
pintura de la Basílica de María Auxiliadora, Don Bosco quiso que Ella fuera
representada propiamente así: como la reina madre, que sostiene entre sus
brazos al Rey del universo e intercede día y noche por nosotros, junto con los
Ángeles y Santos.
El libro
de Ester se nos ha transmitido en dos versiones ligeramente diversas, una en
griego y una en hebreo, las cuales se complementan recíprocamente. Sugerimos
tomar un poco de tiempo para leer integralmente el libro y después detenerse
para la meditación sobre un pasaje que va desde el 4,9 al 5,5 según la versión
hebrea.
Para orar con la Palabra (Est 4,9-5,5)
1.
Me pongo en la presencia de Dios. Imagino de
encontrarme dentro de la escena, frente a Ester que sabe aquello que está por
suceder a su pueblo y le pido al Padre la gracia de sentir en mi corazón la
valentía y el deseo de interceder por mis hermanos y hermanas, cueste lo que
cueste, como ha hecho ella.
2.
Invoco al Espíritu Santo repitiendo lentamente esta
oración:
“Ven Santo Espíritu, abre mi corazón al grito de los
hermanos y de las hermanas que sufren a causa de la pobreza, de la violencia,
de la injusticia. Infunde en mí, valentía e inventiva, ayúdame a reconocer en
los acontecimientos de mi vida los signos que el Padre ha sembrado para
indicarme el camino que debo recorrer para ser, como María, verdadera
colaboradora de Jesús, nuestro Redentor. Amén.”
3. Leo
lentamente el pasaje de Ester 4,9-5,5 y
me detengo en tres puntos:
ü Una
vocación “para los demás” (vv. 4,9-14): no es el caso de que Ester se volviera
reina, sino el privilegio que se le había dado en favor de su pueblo. Releo mi
historia vocacional: ¿Cuáles privilegios he recibido de Dios en favor de los
hermanos y hermanas?
ü Una
vocación “que requiere sacrificio” (vv. 4,15-17): Ester escucha el grito de su
pueblo y se prepara a pagar de persona. ¿Estoy lista para pagar de persona por
la salvación de los hermanos y hermanas?
ü Una
vocación “profecía de esperanza” (vv. 5,1-5): la fe de Ester le arranca a Dios
la gracia y hace de su persona una profecía de esperanza. ¿Sé reconocer y
cultivar en mi vida, las semillas de la esperanza?
4. Concluyo
la oración con un coloquio de corazón a corazón con María: le expreso mis
sentimientos, alegrías, dudas, fatigas con relación a mi y a su vocación de
interceder, ante Dios, por la salvación de los hermanos y de las hermanas.
5. Bajo
tu amparo nos acogemos…
Después
de haber concluido la oración, me detengo a reflexionar un poco: ¿Qué me ha
sugerido el Espíritu en la oración? ¿Me ha dado ánimo, confirmándome en aquello
que estoy viviendo? ¿Me ha invitado a dar un paso de conversión? ¿Cómo pienso
corresponder al don recibido en la oración?
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