1.
“Seamos verdaderas imágenes de la Virgen”
De las
Cartas de Madre Mazzarello
Estamos invitadas a entrar en el corazón de la Madre,
en la vida sencilla de una mujer que ha sabido dejar el espacio al Espíritu para
que sea Él quien la transforma, quien irrumpa en su vida con sus dones, como ha
hecho en María. Es en la escucha de María que Madre Mazzarello crecía en
santidad y sabiduría. Recorriendo la vida de Madre Mazzarello descubrimos los
rasgos característicos de la Virgen, impresos en la su vida desde las
relaciones tan sencillas y familiares que tenía con la Virgen.
Con mucha
sencillez y realismo, ella ha modelado la propia vida según aquella de María.
Con una relación filial y confiada que la llevaba frecuentemente a invocarla y
a exhortar a las hermanas y a las chicas a tener plena confianza en María, a
vivir y trabajar en su presencia (cf. Cartas 20 y 27). Invitaba a las hermanas
a cultivar las virtudes para imitar a María (cf. Carta 29) y hacerla conocer y
amar por las chicas (cf. Carta 47). Y a decir: “Seamos verdaderas imágenes de la Virgen” (Cron. III, 178).
Aproximándose a la fiesta de la Inmaculada, Madre
Mazzarello insistía en la preparación del corazón, para vivir la novena con
todo el fervor posible y, con sencillez, decía: “Debemos plantar hermosas flores en nuestro corazón para hacer después
un bonito ramo para presentarlo a nuestra queridísima Madre María Santísima. En
estos días que aún nos quedan debemos ejercitarnos en todas las virtudes,
especialmente en la obediencia y en la mortificación. No dejemos pasar ninguna
ocasión de mortificarnos en algo; sobre todo mortifiquemos nuestra voluntad y
seamos exactas en la observancia de nuestras Santas Reglas. Comulguemos cada
mañana con fervor” (Carta 27).
Madre Mazzarello tenía la certeza que la Virgen
estaría contenta de sus hijas y que habría obtenido de Jesús la gracia de ser
santas, si hubieran vivido el compromiso de la verdadera humildad y caridad,
soportando los propios defectos mutuamente y esmerándose más en las prácticas de
piedad (Cf. Carta 52).
“A TI TE LAS CONFÍO” ha
escuchado Madre Mazzarello cuando pasaba un día por la colina de Borgoalto, cuando le pareció ver de frente un
gran edificio con toda la apariencia de un colegio de numerosas niñas (cf. Cronohistoria
I, 83). María es quien le confía sus hijas, las niñas, las jóvenes, la misión
entre ella. Tanto para Don Bosco como para Madre Mazzarello la misión es
aquella de “custodiar” cuanto Dios mismo les confía. Hoy el “a ti
te las confío” grita fuertemente en la voz de la Iglesia, con el Sínodo
de los Obispos que nos gritan nuevamente: “¡a ti te las confiamos!”.
A ti comunidad educativa: ¡escuchad y acompañad a los jóvenes! Que ellos puedan
sentirse acogidos, custodiados e integrados en la comunidad y podáis caminar
con ellos hacia la santidad.
Para reflexionar y
orar:
·
¿Busco vivir algunas actitudes de María, de modo que cada noche Ella
pueda decime: “Hija mía, estoy contenta de ti”?
·
¿Siento el grito de los niños y jóvenes que me dicen: “¡Cuida de nosotros!” porque son parte
de la misión que la Virgen ha dejado a las FMA con el “¡A ti te las confío!” de Borgoalto?
·
Ejercicio Espiritual: me siento cerca de María y con sencillez recorro
el mes y busco ofrecer a Ella las bellas flores de las actitudes bondadosas que
he cultivado en mi corazón. Adquiero la costumbre de pedirle a María en los
momentos de fatiga en la misión, un corazón de madre.
María Auxiliadora, ayúdanos a ser, como Madre
Mazzarello, mujeres de profunda interioridad, mujeres sabias, auxiliadoras en
medio de los jóvenes, transformando toda nuestra vida en un don para los demás.
Amén.
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