La FMA en la Escuela de María
(art. 79)
24 de junio 2017
La Virgen con el Niño y San Juanito Bautista es un tema iconográfico en el arte
cristiano. A finales del siglo XV y
comienzos del XVI el tema recibió la atención de grandes maestros
italianos: Sandro Boticelli, Leonardo da Vinci, Rafael
Sanzio y Miguel Ángel Buonarroti. En este icono de Rafael, podemos
contemplar cómo María cuida a los dos niños, exhala tierna y dulcemente su
maternidad para ambos y a la vez, percibimos en Juanito Bautista su total
confianza en María y su admiración piadosa por Jesús. Recordemos que Juan
Bautista fue el primero en percibir la presencia divina de Jesús en María por
obra del Espíritu Santo: ¡Su mamá Isabel se dio cuenta cuando él saltó de
alegría en su vientre! Y en ese momento ¡Isabel fue “contagiada” y quedó llena
del Espíritu Santo!, como nos cuenta Lucas (1, 41-44).
El Señor pudo hacer grandes cosas en Ella, porque Ella fue una mujer de escucha a Su Palabra, sin resistencias a Su Voluntad y totalmente disponible para colaborar en
la misión salvífica, como corredentora con Jesús. La doctrina de la Iglesia[1] nos
ha mostrado cómo María ha sido ese instrumento esencial y se ha convertido en
nuestro modelo de creyentes y en nuestra Madre que nos acompaña, cuida,
orienta.
Y nosotras, como FMA, somos privilegiadas porque nuestro Instituto es de
María, somos sus hijas, como lo explica Sor Anita Deleidi: “El Instituto ha
nacido como expresión auténtica, viva, concreta, eclesial de la devoción
mariana de un santo como Don Bosco para quien María no era solo objeto de veneración y de fe, sino experiencia vital, realidad, persona viva y
operante que, desde que se introdujo en su vida no cesó de iluminar el camino, de
inspirar las acciones, de sostener
los esfuerzos, de colaborar de
cualquier modo, también con intervenciones extraordinarias”[2].
El sueño de los 9 años marca el inicio de esta relación personal con María,
pero, además, la “apertura” de la “Escuela de María”. Cuando en ese sueño
Juanito Bosco se sintió terriblemente ofuscado y confundido ante lo que se le
pedía, es Jesús mismo quien lo calma con las siguientes palabras: -Yo te daré la Maestra, bajo cuya
disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte
en necedad. Jesús ya había hecho esa experiencia, Jesús fue el primer
“alumno” de María y ahora le ofrece esa misma oportunidad a Juanito Bosco y en
él a todos los salesianos y salesianas de ayer, hoy y mañana.
Jesús es claro - podemos ser expertas en costura, cocina, tecnología,
deporte… tener cantidad de títulos, doctorados, maestrías… ser grandes artistas
en la pintura, música, teatro…- sin María todo esto es necedad… porque
estamos dejando la verdadera formación
que es obra del Espíritu Santo y que requiere nuestra escucha, docilidad, colaboración. Y esta formación, como lo muestra
el artículo 79 de nuestras Constituciones, es en la Escuela de María, solo ahí podremos integrar los saberes del mundo
con la sabiduría de Dios, para ser FMA integradas, focalizadas en el “Da mihi animas, cetera tolle”.
A este punto deberíamos detectar en nosotras si realmente hemos entrado
de lleno a esta Escuela, o si todavía mantenemos posturas que frenan la
excelencia del discipulado que conlleva la conversión personal. Por ejemplo, el
limitarnos a un conocimiento teórico de María, hasta podríamos ser grandes
mariólogas, pero sin relación con Ella; o ser grandes “fans” de María, sus
leales admiradoras en Facebook Twitter, WhatsApp, YouTube, Email…, sin embargo,
circunscritas en una emotividad superficial; o podríamos tener una relación con
María casi unilateral, encuadrada únicamente en peticiones y rogativas de
nuestra parte.
Entrar en su Escuela es algo más que todo esto, implica estar dentro de
la dinámica de la fe para descubrir su
presencia viva y su ayuda para orientar decididamente nuestra vida a Cristo.
Con las actitudes de María es que el Espíritu Santo puede ir modelando en cada
una de nosotras el sueño que Dios Padre tiene para configurarnos con su Hijo,
en el estilo salesiano.
La ventaja que tenemos es que es una “escuela”, es decir, tenemos
compañeras y compañeros que nos han precedido, que nos acompañan también y otros
que nos seguirán. Don Bosco, Madre Mazzarello y tantas FMA nos pueden mostrar
con su vida lo que es estar en la Escuela de María, lo que es dejar que Ella
sea la Madre y la Educadora de
nuestra vocación salesiana. Solo así también nosotras podremos ser las
educadoras salesianas para las nuevas generaciones, como lo explica tan
claramente Sor Piera Cavaglià:
“Contra las siempre insurgentes tentaciones de
relegar a María a la esfera de lo privado, del devocionalismo estéril o de la
vana credibilidad, el redescubrimiento de María, Madre que coopera en la
regeneración y en la formación de sus hijos, resultará fecunda de perspectivas
y de nuevas metas espirituales y pedagógicas. María, con su sabiduría de
maestra y de guía continuará despertando en las Hijas de María Auxiliadora,
como ya en Don Bosco, la modalidad más eficaz para evangelizar la cultura
juvenil hoy”[3].
NOS PREGUNTAMOS
Retomemos los dos primeros párrafos del Artículo 79 de
nuestras Constituciones a la luz de la reflexión que hemos hecho.
v ¿Cuáles actitudes pueden decir a los demás que ya
entré en la Escuela de María?
v ¿Me he cuestionado si realmente María es “Madre y
Maestra de mi vocación salesiana”?
v ¿Leo las biografías de Don Bosco, de Madre Mazzarello,
de tantas FMA que han sido verdaderas discípulas de María para aprender de
ellas?
v ¿Quién es María para mí: una teoría, una compensación
afectiva, un “solucionador de problemas”, UNA PRESENCIA VIVA?
v Solo la presencia de María, pletórica del Espíritu
Santo y templo vivo de Jesús, hizo saltar de gozo a Juanito Bautista y
contagiar a Isabel de este espíritu de amor… ¡Así debe ser en mi vida con
María: ¡llena del Espíritu Santo, danzando con la alegría de haber escuchado al
Señor, de haberme dejado moldear por su Espíritu, para ser colaboradora activa
en el Reino de su Hijo como feliz FMA!
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