Para don Bosco, María Auxiliadora
era una presencia viva en su misma experiencia, en el oratorio y en la vivencia
de los niños pobres que lo frecuentaban. María está presente en la historia de
la Iglesia, de la humanidad y de nuestras comunidades. Una presencia materna y mediadora
de gracia para sus hijos, una Madre que continúa su lucha contra el mal que nos
rodea y amenaza. Cuando don Bosco proponía a las personas hacer una
"novena", lo hacía convencido de la maternidad y la mediación de
María.
No dudaba que María se manifestaba de muchas formas para ayudar a todos los que la invocaban con amor y con fe. Decía: "Si queréis obtener gracias de la Virgen, hacer una novena" (MB IX, 289), es decir, intensificad la oración a María.
No dudaba que María se manifestaba de muchas formas para ayudar a todos los que la invocaban con amor y con fe. Decía: "Si queréis obtener gracias de la Virgen, hacer una novena" (MB IX, 289), es decir, intensificad la oración a María.
Hoy, también, nosotras comenzamos la
novena a María Auxiliadora tan querida por don Bosco y por toda la Familia
Salesiana. Queremos pedir, con fe, a María que interceda ante el Señor por la conversión de cada una de nosotras,
sus hijas, para que podamos vivir este año de la misericordia en la convicción de
que es un año de gracia del Señor, una oportunidad para ir siempre más y más al
centro el misterio de Dios y de nuestra fe, para recibir misericordia y dar
misericordia, para cambiar nuestro corazón y nuestras comunidades en espacios
más misericordiosos, menos fríos, más cálidos de amor y de solidaridad entre
nosotras y con nuestros hermanos y hermanas más necesitados, especialmente los
jóvenes.
Recordemos qué pedía don Bosco a los
que querían obtener una gracia especial por medio de María Auxiliadora: una
fuerte confianza en Dios, unida a la convicción de que Él conoce lo que es
mejor para nosotras, y la disponibilidad de aceptar, como su voluntad o su
consentimiento, todo lo que suceda. Además, don Bosco insistía en la necesidad
de disponer el corazón para vivir la novena con fe: invitaba a acercarse al sacramento
de la Reconciliación y a la Eucaristía: a reavivar la fe en Jesús Sacramentado
y en la mediación materna de María Auxiliadora; a hacer una limosna para las
obras dedicadas a la educación de la juventud. En nuestro caso, no haremos una
oferta material, sino que renovaremos el ofrecimiento de nuestra vida por la
salvación de la juventud.
Se nos invita a rezar todos los días
la novena, tradicionalmente, propuesta por don Bosco[1], y reanudar un elemento del
itinerario de la profundización de la oración de confianza en María Auxiliadora
que hemos vivido durante todo el año, todos los 24 de cada mes. De esta manera,
queremos preparar nuestro corazón para recibir la gracia de la conversión
personal y comunitaria y para renovar, solemnemente, nuestra fidelidad a María
Auxiliadora el 24 de mayo. Se invita a cada
comunidad a encontrar el modo mejor, según su situación, para celebrar juntas este
momento[2].
Propuesta
para la Novena de María Auxiliadora
1er día: «Virgen
María, Madre de Jesús y Madre nuestra, nosotras nos entregamos enteramente a ti
para poder vivir totalmente disponibles a
Dios para la redención del mundo».
En nuestra vida diaria, tenemos muchas pequeñas
o grandes ocasiones, para completar, en nuestra carne, «lo que falta a los padecimientos
de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24); pero, a veces,
corremos el riesgo de perder la oportunidad porque el Señor no nos encuentra
preparadas para acoger de sus manos ni una sola espina de su corona. En algún
momento, imaginamos poder morir mártires por la fe, pero no damos cabida a un
imprevisto que altera nuestros planes...
Compromiso:
Me
confío a María para estar, como ella, disponible para acoger con amor y sin
perder la paciencia la voluntad de Dios.
2° día: «Tú que eres Madre y Auxiliadora de la Iglesia,
protege a nuestro Santo Padre Francisco, a los Obispos, Sacerdotes y Religiosos».
El segundo párrafo del acto de confianza
nos invita a reconocer en María, «Madre de Jesús y Madre nuestra», la «Madre y Auxiliadora
de la Iglesia». Ella, en efecto, que, en la «plenitud de los tiempos», (Gal
4,4) dio un cuerpo de carne al Hijo de Dios, hasta el final de los tiempos colaborará
con la Espíritu Santo, para que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, sea regenerado
continuamente en el amor del Padre (1Pt 1,3). En este Cuerpo, nos dice san Pablo,
hay muchos miembros (1Cor 12,12). De cada uno de ellos, María está llamada cuidarse,
a través de su poderosa intercesión y de su luminoso ejemplo de vida totalmente
entregada.
Compromiso:
Con María, meditamos las palabras de Jesús «En esto, conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a
los otros». (Jn 13,35), dirigidas a las hermanas de mi comunidad o Inspectoría,
a todos los hermanos en la fe que viven en la parroquia, ciudad, diócesis, en donde
estamos insertadas.
3er día: «Abre el corazón de los jóvenes a la llamada
del Señor y haz que lo sigan con valentía y fidelidad».
Estamos invitadas a ayudar a la juventud
para que sea «feliz en el tiempo y en la eternidad», acompañándola en el descubrimiento
de su vocación. Si todos son llamados, el discernimiento vocacional no puede ser
un privilegio reservado a los buenos. Ciertamente, el camino es distinto para cada
uno, porque todos son diferentes sea en el punto de llegada como en el punto de
partida, pero, a pesar de esto, todo joven tiene derecho a saber que son amados
por Dios de forma única y personal y que, como cualquier enamorado, Dios desea
ser correspondido.
Los jóvenes podrán creer en el amor de Jesús
si los queremos gratuitamente como Él los ama y compartimos, con ellos, nuestra
experiencia de encuentro con Dios (ACGXXIII).
Compromiso:
Con María y en comunidad, podemos preguntarnos si nuestra comunidad es vocacional
y si se favorece la cultura vocacional
a través de una presencia educativa que promueve el discernimiento y el acompañamiento
de los jóvenes.
4° día: «Vela por nuestro Instituto y por toda la
Familia Salesiana, por nuestros parientes y bienhechores, por las exalumnas y
por todos los jóvenes que nos están confiados».
Somos
una Familia nacida del corazón de Dios y
confiada a María desde el primer momento de su nacimiento, cuando don Bosco tuvo
el sueño de los nueve años. Siempre es conmovedor recordar aquel primer sueño que
es el fundamento de la vida apostólica de nuestro Padre; en él todas las palabras
y los gestos tienen una dimensión profética. María se le presenta como la Madre
y la Maestra pero también como la protectora de toda su obra.
Nosotras, FMA pertenecemos
a esta Familia: “Nuestro Instituto es parte viva de la Familia Salesiana. En la
Familia Salesiana, compartimos la herencia espiritual del Fundador y, como en Mornese,
ofrecemos la aportación original de nuestra vocación” (C 3).
Compromiso: Hoy, nos ofrecemos a María
no solo como Instituto, sino también como Familia Salesiana y rezamos por todos
sus grupos, para que podamos experimentar que María “lo ha hecho todo” en la obra
de don Bosco y también en nuestra vida.
5° día: «Madre y modelo de la Iglesia,
enséñanos a vivir, como tú, la caridad paciente, la humildad gozosa, y la pureza
de corazón».
La
caridad paciente, la humildad gozosa y la pureza de corazón de María, no son mérito
de su compromiso personal, sino fruto de su comunión íntima e indisoluble con Jesús:
su amor por nosotras es participación en el infinito amor de Jesús por nosotras,
su humildad es hechura de la humildad de Jesús, su pureza es la irradiación de la
presencia de Dios en ella, una presencia que la invade toda y la posee. Por
esto María está también llena de alegría hasta rebosar: Ella es la Casa de ¡Dios-con-nosotros!
Ser la Casa de Dios entre los hombres: ¡esto es lo que espera Dios de la Iglesia
y de cada una de nosotras!
Compromiso:
Con María, haré una visita a Jesús Eucaristía para escucharle y darle gracias,
para que me haga partícipe de su misericordia, de sus sentimientos y de
aprender el secreto de un auténtico encuentro con las hermanas, con los miembros
de la Comunidad Educativa y con cuantos hoy me encontraré (Cfr. C 40).
6° día: «para que podamos ser signos
de tu presencia en el mundo».
Ser, en el mundo, la presencia viva de
María es, también, lo que don Bosco deseaba de las FMA. Don Rua, expresando este
deseo del Fundador, gustaba repetir: «Vosotras debéis llegar a ser su imagen. Ella,
Auxiliadora del pueblo cristiano, vosotras, sus Hijas, prepararos a convertiros
en auxiliadoras de las almas en el camino del Paraíso». Esto nos implica insertarnos
en la escuela de María, aprender “su actitud de fe, de esperanza, de caridad y
de perfecta unión con Cristo, y abrirnos a la humildad gozosa del Magníficat”
(C 4).
Compromiso: Hoy, me tomeré un poco de tiempo para meditar uno de los artículos
marianos de nuestras Constituciones y pediré a Ella la gracia de sentirla
presente en mi vida y que me ayude a salir de mí misma para llevar a Cristo a los
otros.
7° día: «Oh María Auxiliadora, haznos fieles a nuestra
vocación y danos la certeza de tu protección en cada circunstancia de la vida y
en el momento de la muerte».
El
acto de entrega, recogiendo en pocas líneas la sabiduría de vida de los Fundadores,
nos sugiere abandonar a la intercesión materna de María este importante deber de
madurar en la fidelidad el don de la vocación recibida. La Virgen misma, en el
sueño de las dos columnas, dice a don Bosco y a sus jóvenes: «Si vosotros sois, para mí, hijos devotos, yo
seré, para vosotros, Madre Amorosa». Con estas simples palabras, María nos asegura
que podremos experimentar la «certeza de su protección en cada circunstancia de
la vida y en el momento de la muerte», en la medida en la que nos confiemos a Ella,
no solo con palabras, sino «con hechos y en verdad» (1Jn 3,18).
Compromiso: por la mañana, confío, enteramente,
a María los encuentros y las obligaciones de la jornada pidiendo la gracia de ser
ayudada en todo por Ella. Por la noche, en el examen de conciencia, me pregunto:
¿qué hubiera hecho María en mi lugar… con aquella persona… en aquella situación…?
8° día: «Ayúdanos a vencer el mal y el
pecado».
En la lucha contra el pecado, María es nuestra
primera aliada. La invitación que el Papa Francisco nos vuelve, reiteradamente,
a considerar la misericordia de Dios va en la misma dirección: renovando, cada día,
la entrega de nuestra fragilidad, de nuestros puntos débiles y de nuestras malas
actitudes a la misericordia del Padre, poco a poco, pero, realmente, somos liberadas,
sanadas, santificadas por su amor. Dios, en efecto – gusta repetir el Papa - no
se cansa nunca de perdonarnos. El problema es que somos nosotras las que nos cansamos
de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotras, a veces, nos cansamos
de pedir perdón.
¡Dios desea hecernos, siempre, más semejantes a María! ¡Cuánto mayor sea nuestro
deseo de ser perdonadas, mayor serán los frutos de su misericoridia!
Compromiso: junto a María,
me preparé para vivir el sacramento de la reconciliación en una humilde actitud
de fe para aceptar en la paz de mi pobreza y realizar con más empeño el camino
de liberación del pecado, y acoger la misericordia del Padre.
9° día: «Para que, contigo y como tú, podamos
glorificar al Señor ahora y siempre. Amen».
Dios eligió a María, humilde doncella de Nazaret, para llevar
a cabo su salvación. Él ha querido inclinarse a Ella para pedir su consentimiento.
Sabemos que esta lógica continúa. Dios continúa a escoger a los pequeños para hacer
cosas grandes, ha elegido a Juanito Bosco, el pequeño pastorcito de I Becchi, ha
elegido a una ignorante campesina de Mornese, María Mazzarello y hoy te escoge
a ti, a mí, a todos nosotros para continuar su historia de salvación. Es una lógica
que altera los esquemas humanos. En el Magnificat, María alaba la fidelidad y el
amor de Dios. Él se acordó de la su promesa hecha a Habrahan y a su descendencia
para siempre. Una promesa que se hace realidad en Jesús.
Compromiso: Cantamos con María el
Magnificat glorificando al Señor por las maravillas que ha hecho en nosotras y
en toda la Humanidad.
[1] 3 veces el Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Alabado sea Jesús Sacramentado;
3 veces Salve Regina y María Auxiliadora, rogad por nosotros. Se puede concluir
con Acordaos, ¡Oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir...
[2] En el día 24, se puede añadir una pequeña introducción a la
oración de consagración, en el que hacen hincapié en el deseo y el compromiso
de renovar nuestra confianza en ti. O bien, se puede solemnizar el rezo del
rosario, o pensar en otra pequeña celebración, para vivir in un otro momento de
la jornada, en el que unir a la oración del acto de Confianza, también, un
gesto simbólico. Por ejemplo: poner al lado del altar una imagen de María
Auxiliadora, a cuyos pies cada hermana deposita una tarjeta con su nombre o el
nombre de los jóvenes que queremos recomendar… después de haber hecho el gesto
se recita el acto de Confianza. O bien, puede reunirse en torno a una imagen de
María particularmente significativa que se encuentre en la Casa: cada hermana
puede llevar consigo una flor para ofrecer a la Virgen Auxiliadora. Después de
la ofrenda floral, se reza el acto de Confianza. Dependiendo del contesto, se puede,
también, pensare en la participación de los jóvenes o de la comunidad educativa…
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